En un momento turbulento de la historia, en medio del caos, una voz se elevó para educar al ser humano con una regla de otro: trata a los otros como desearías ser tratado.
En la manera de entender el Camino está la clave del confucianismo. Confucio afirma que el hombre debe establecer su corazón en el Tao y armonizarse con el cosmos, pero al contrario de lo que defendían los seguidores de Lao Tsé, para él «es el hombre el que ensancha el camino y no el camino el que ensancha al hombre». El Tao es un ideal de perfección que se alcanza con la práctica de virtudes puramente humanas: el Camino sólo halla plenitud cuando el hombre lo recorre. Y de ahí la importancia de los tres pilares de su sistema ético: el Jen o la suma de benevolencia, humanidad y altruismo; el Li o las costumbres de la sociedad educada en la decencia, la cortesía y la piedad filial, y el Yi, o principio de justicia y rectitud que debe guiar todo comportamiento humano. El ser humano puede seguir trabajando su naturaleza para mejorarse a sí mismo, mas al cultivar su persona y respetar a los demás, contribuirá asimismo a la perfección y la tranquilidad de toda la comunidad.